Recientemente el anuncio del acuerdo al que llegó el Gobierno argentino con los principales bonistas sólo logró bajas fugaces en la cotización del dólar blue y contado con liquidación (CCL). Esto se debe a que el mercado entiende que los desafíos macro del país continúan y aún quedan varias pruebas por delante.
Si se analiza la situación actual aún queda saber el porcentaje definitivo de aceptación del canje de la deuda para evitar holdouts, y también comenzar las negociaciones con el FMI. Argentina debería pagar en 2021 USD 4 mil millones, en 2022 USD 22.200 millones y en 2023 23.350 mil millones.
Este escenario no será simple, sin reservas ni acceso al mercado será imposible que el país afronte esos vencimientos y se deberá volver a negociar un acuerdo con este organismo. Las dudas surgen en entorno a cuál será el esquema de reducción del déficit fiscal, emisión monetaria y agenda de reformas estructurales que el Gobierno estará disputo a realizar a cambio de un nuevo programa que descomprima dichos vencimientos.
En medio de este contexto complejo la cuarentena sigue siendo clave ya que el primer desafío será el nivel de actividad del país. En el fino equilibrio entre lo sanitario y lo económico el Gobierno hasta el momento ha elegido hacer foco en el primero, perjudicando con una cuarentena notoriamente extensa el nivel de actividad. Al comienzo del año las proyecciones marcaban una caída del PBI en torno al 1%, pero luego de los acontecimientos se estima que el desplome de la economía estará en torno al 10% u 11%. En este escenario será clave ver cómo avanza la relajación de la cuarentena para poder normalizar el nivel de actividad y consolidar una recuperación.
Asociado a la importante caída en el nivel de actividad, la cuarentena también perjudicó notoriamente la recaudación. Además, los gastos saltaron y en algunos meses se registraron aumentos interanuales en torno al 100%, en su mayoría por medidas asociadas a estímulos fiscales por la pandemia. En este aspecto, el desafío es reducir el déficit fiscal, para reducir a su vez la emisión monetaria, donde actualmente los agregados monetarios crecen el 100% interanual, como por ejemplo el M2. Normalizar la actividad económica es solo el primer paso, donde también se tendrán que decidir cuestiones como actualizaciones tarifarias, o si hay una nueva fórmula para los ajustes de las jubilaciones.
Actualmente se espera para el corriente año una inflación en torno al 40%, donde la cuarentena reprimió los aumentos de precios, en algunos casos por el bajo nivel de actividad, en otros porque directamente algunos rubros ni siquiera estaban trabajando. Todo esto se tradujo en una baja en la velocidad de circulación del dinero. Con ello, la salida de la cuarentena traerá una mayor presión inflacionaria.
El desafío por delante es moderar dicha presión inflacionaria, no solo controlando las variables monetarias y fiscales, sino también armonizando los distintos reclamos sectoriales de precios y salarios, sin descuidar el tipo de cambio oficial para que este no se atrase versus la inflación o se incremente la brecha cambiaria.
Si bien es probable que el BCRA continúe con una devaluación de 6 centavos por día corrido (esto es en promedio, ya que algunos días la acelera y otros no), la expectativa es que en los próximos meses la devaluación se acelere para acompañar la inflación, donde el tipo de real del dólar oficial está en línea con el promedio histórico (proyectándose que termine el año en torno a los $86). Respecto a una caída del tipo de cambio real como ancla anti-inflacionaria, el bajo nivel de reservas en menos de 9 mil millones netos no deja mucho margen para atrasar el dólar, a lo cual se agrega la alta brecha cambiaria.
El punto clave a evitar es una situación similar a la de enero del 2014, donde aún con el cepo se produjo un salto del tipo de cambio de más del 20%. A medida que se posterguen todas aquellas medidas que ordenen la macro, las presiones para que salte el dólar e inflación para licuar todos los desequilibrios monetarios y fiscales cada vez serán mayores.
Por otro lado, es importante reducir en el corto plazo la actual brecha cambiaria que se ubica en torno al 70%. Esto desincentiva la liquidación de exportaciones, a la vez que brinda incentivos para acelerar cualquier importación que se pueda hacer por el mercado oficial. La normalización de la economía (en especial las variables monetarias y fiscales), junto con un nuevo acuerdo con el FMI y un programa macro que brinde mayor confianza y certidumbre son todas medidas necesarias para reducir la brecha. En un buen y optimista escenario, cerrar el año con una brecha del 30% sería todo un éxito, siendo un número que se tenía hasta hace unos meses y era “convivible” para la macro.
Por último, es importante recordar que todo lo mencionado hasta el momento son cuestiones de corto plazo, a decidirse en los próximos meses. Pero también el país tiene por delante un gran desafío de largo plazo que es una agenda orientada a aumentar la tasa de inversión y productividad de la economía, permitiendo un crecimiento sostenido del PBI y mayores exportaciones. Sin ello, el bajo nivel de reservas internacionales brinda escaso margen de maniobra al BCRA para poder eliminar los controles cambiarios que permiten la existencia de distintos tipos de cambios, a la vez que perjudican al nivel de actividad.
Sin un plan que estabilice la macro y otorgue confianza en el largo plazo, en 4 o 5 años el país puede estar nuevamente en la misma situación de no poder afrontar los vencimientos ni tener acceso al mercado para poder rollear la deuda.